miércoles, 22 de abril de 2009

él, se encuentra en un cubículo escribiendo notas a maquina, escribiendo el libro que le regalara en su próximo encuentro, busca palabras que formen frases que no evidencien la necesidad de estar ahí. Racionalizar, es lo que le funciona. ¿Qué miedo? –Ash, la gente, siempre la gente. ¡Pues a enamorarse!, a que alguien tenga la oportunidad de mirarlo de cerca, tan directamente a los ojos, y así casi quieto ingrese por la pupila hasta el centro de su registro de vida, ahí donde quedan todos sus recuerdos grabados en una imagen que dice mas de mil palabras. Que cuando esté adentro se atreva a abrir los brazos, toque las paredes, las toque con sus dedos, que produzca cosquilleo, que se tome la libertad de dar una caricia con la palma de mano completa, y rodear, y peor aún, el atrevimiento de poner un poco de la sustancia ahí encontrada en su nariz, la huela, temor de observar como la disfruta, hasta el grado de probar un poco, que se convenza tanto del sabor que decida cerrar los brazos y abrazarlo.
Se lee en sus notas: …Ese abrazo que te invita a viajes y te comparte, no lo que miras, no, eso no, lo que sientes, la vibración, el calor… ¿Habrá sentido en su viaje dentro de mi?, si es así ¿Me compartirá un poco de mi mismo? ¿Y si a mi no me gusta? ¿Y si a ella tampoco le gusta? O ¿si le gusta lo suficiente para llevárselo? Si se lleva mi vacío… ¿Qué queda entonces para mi? No, tú no entres, no me desnudes, no me robes lo seguro, que hasta ahora controlo tan bien: Mi vacío, mi amontonar de vivencias, de recuerdos, de sentimientos, de ti.
ROGG/04/09

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